Sáb. Abr 20th, 2024

Las ciudades hablan de la historia de sus gentes a través de monumentos. Pero debemos de señalar, que hay monumentos o edificios, que por sí solos son imagen, emblema y narran la historia del pueblo que lo construyó y los disfrutó. Si hay un edificio que reúne esas características, es el Coliseo de Roma. 

El Coliseo Romano, también llamado anfiteatro de Flavio, fue hasta el siglo XX la edificación con más capacidad. En él se vieron desde batallas navales, luchas de animales exóticos o bien, los famosos juegos de gladiadores. Muchas veces, hemos escuchado la expresión “pan y circo”, en italiano “panen et circenses” resumía lo que los gobernantes pretendían hacer con su plebe. Entretenerla para tenerla bajo su poder.  

Fue el emperador Vespasiano quien comenzó con la construcción del Coliseo, más o menos por el año 71 a.C. En el lugar donde un incendio arrasó el anfiteatro anterior. Se inauguró en el año 80 y no fue Vespasiano el que lo hizo, sino su hijo. Por cierto, que nada más y nada menos, fueron 100 días de festejos para celebrar su apertura. Aunque la construcción tal y como la conocemos hoy, no fue hasta que el emperador Domiciano añadió un último piso, terminando la obra en el año 82. Estaba dispuesto en una estructura radial, y se organizaba en cinco niveles, con áreas que se delimitaban según la clase social de las personas a la que pertenecían. Evidentemente cuanto más cerca de la arena y por lo tanto mejor visión del campo de batalla tenían mayor era el rango al que pertenecían.  

Aunque debemos de señalar, que no solo fue un icono de la arquitectura o de la cultura romana. Fue una obra grandiosa realizada gracias al botín obtenido en la guerra de Judea, mostrando una vez más el poder del Imperio Romano. 

Son infinitos los mitos en torno a lo que en este edificio se han contado. Desde la forma de saludo al emperador Claudio, la mítica frase “Ave César, los que van a morir te saludan”, hasta la fórmula de hacer saber si vivía o moría un gladiador, que no era otra forma que levantando el pulgar. Pero más allá de mitos y leyendas, se sabe que los espectáculos de sangre que tanto gustaban a emperadores y populacho si existieron. Después de las ejecuciones de cristianos, los juegos de gladiadores fueron perdiendo adeptos. Esta construcción sufrió cuatro terremotos, y ya durante la Edad Media se convirtió en la cantera principal de Roma, y mucho material sirvió para la construcción de otros edificios, por suerte, se convirtió de santuario cristiano, en honor a los cautivos martirizado, y fue lo que ayudó a que se dejara de expoliar el edificio. Perdió la parte sur, por culpa de dicho expolio. Por suerte, eso se reguló y hoy en día podemos disfrutar del icono de la ciudad.  

El edificio no es absolutamente redondo, sino que tiene una forma ovalada, contando con 57 metros de altura y 500 metros de perímetro, utilizando para su construcción diferentes técnicas para su construcción y varios materiales, sin duda, mostrando el máximo conocimiento en la materia, y situando este edificio en la boca de la humanidad, independientemente de los siglos que pasen o del lugar que seas, todos tenemos en mente la imagen de este edificio. Desde sus gradas, se podía ver desde el terreno de juego, a la arena. Su construcción contaba con un sistema de drenaje, para poder evacuar el agua después de cada batalla naval. Debajo de la arena, de esa planta cero, estaba el lugar donde se encontraban los gladiadores, los animales o los condenados. Este lugar donde se encontraban se llamaba Hipogeo, y además de ese sistema de drenado, que marcó un antes y un después en la historia, contaba con 28 ascensores, para que los participantes en los diferentes fuegos, subieran sin excusa a la arena. 

Cabe destacar su fachada, que, como curiosidad, debemos de señalar que sus alturas, nada tienen que ver con los pisos anteriores. Las tres primeras alturas exteriores cuentan con 80 arcos sobre pilastras y con semicolumnas adosadas. La cuarta orden es una pared ciega, con pilastras adosadas y una ventana cada dos años. Los estilos predominantes de las tres primeras plantas son el toscano, jónico y corintio. 

Un detalle que no muchas personas desconocen es que el Coliseo tenía una cubierta desplegable que se accionaba gracias a poleas. La cubierta inicialmente se elaboró a base de tela de vela, y con el paso del tiempo fue sustituida por lino, que se posaba sobre un entramado de cuerdas. 

Aunque ya hemos dicho que sufrió varios seísmos y robos, hoy por hoy es uno de los mejores ejemplos y más conservados de la arquitectura romana. Es la visita más obligada si visitamos roma, y si vas en época de semana santa aún más, porque gracias a su vinculación con la iglesia católica, aún en estos días, el papa realiza el viacrucis en el Viernes Santo. 

El coliseo, y debemos de señalar que todo el centro histórico de Roma, fue admitido en la selecta lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, aunque no se produjo esto hasta 1980. Y el 7 de julio de 2007 fue reconocido entre las siete nuevas maravillas del mundo moderno. 

Nadie que visite Roma, puede obviar tal monumento, es sin duda, emblema e icono de una ciudad, y pocos monumentos narran de forma viva lo que hay en ellos. El historiador Beda el Venerable en el siglo VIII ya dijo: “mientras siga en pie el Coliseo, seguirá en pie Roma. Cuando caiga el Coliseo, caerá Roma. Cuando caiga Roma, caerá el mundo”. Tal vez la frase sea demasiado lapidaria, pero sí que es cierto que el imperio romano y su historia, condiciona la historia de la humanidad, por lo que siempre es una visita obligada, dejándonos sorprender por todo lo que su historia nos cuenta. Y en el caso del coliseo, además con mil y una historias que contar y anécdotas que narrar. 

Lánzate, y visita este monumento, y créete el emperador. 

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